En este viaje tuve la sorpresa que más deseábamos toda mi familia, que fue lo siguiente. Cuando empezó la guerra española, a un hermano mío, le pilló haciendo el servicio militar en Valencia, la quinta del 35, que es la que estaba en activo. No sabíamos nada de él hasta que se pasó, y esta fue la noticia. Unos compatriotas que iban también de viaje, con madera, y nos juntamos en Peñafiel, fueron los que nos dieron la buena noticia, que mi hermano se había pasado a la Zona Nacional, o sea, a la de su familia. Yo me emocioné de alegría, como muchas veces me pasa y no me quedó más remedio que invitarles a todos los compañeros, los que veníamos y los que iban a Valladolid. Quiero recordar que la invitación fue, café, copa y puro, ya que coincidió la noticia en la hora después de comer. Este gasto también fue a cargo de lo que había valido la madera.
A mi hermano, a los diez días de haberse pasado, le dieron permiso para ir al pueblo a ver a su familia, cuando yo ya había llegado a casa.
Se me olvidaba contar a quien vendimos la madera, que ya he dicho era un gran señor, nada más y nada menos que “Adulce”, uno de los más ricos de Valladolid. Nos mandó ir a cobrar la madera a su casa, que vivía en la Fuente Dorada, de lo más céntrico de Valladolid. Según comentarios que oímos en la capital, era el dueño de casi todo el Campo Grande, que era una gran avenida de Valladolid, y parte del pinar de Antequera, que entonces era un pueblo al lado de la capital. Allí descargamos la madera.
Ya en el pueblo, mi padre me preparó otro viaje a Burgos, para San Martín, que es, creo el once de noviembre, también con madera y con las vacas. Este viaje era más corto, de tres días de viaje. La primera noche a dormir pasando Salas, antes de Barbadillo. La segunda cerca de Hontoria de la Cantera y la tercera antes de entrar en Burgos, o sea, en La Varga. Allí, fue en el tren mi padre a ayudarnos a vender la madera, ya que también llevábamos más madera en el tren. Tuvimos suerte, la vendimos toda. Del valor de esta madera, la mayor parte se reservaba para pasar el invierno, ya que entonces los jornales se hacían con cuentagotas. No existía el paro, había que recoger en el buen tiempo para pasar el invierno, como las hormigas. Yo era de los que hacía algún jornal, ya que se me daban bastante bien las cosas. Por ejemplo me llamaban las fábricas de serrar madera, hacía algo de albañilería, en fin, tenía bastante más idea que otros.
Después de este viaje de Burgos, tuve que ir a Aranda de Duero, para la Concepción, que había una feria de ganado vacuno. Era una de las mejores de España, junto con la de Almazán y San Esteban. Fui a vender una vaca con la cría, que ya tenía un mes. Esta vaca me la quiso comprar en el pueblo, Leandro el barbero, pero no nos entendimos en el precio. Llegué a la feria, y a buscar una posada para la vaca y para mí. El precio de la posada para los dos, fue de tres pesetas diarias, con comida y cama al lado de la vaca. La saque al ferial y tenía bastantes compradores por la cría. La vaca tenía cinco años pero aparentaba bastantes más. No llegué a un acuerdo con nadie, y el último día, el mismo que me la compraba en el pueblo, se quedó con ella por cien pesetas más, que eran quinientas en el pueblo y seiscientas en Aranda. Parece mentira pero es verdad, así estaban las cosas en aquel año mil novecientos treinta y siete, en España. Hoy en mil novecientos noventa y ocho, una vaca de cinco años, buena y con una ternera de un mes, puede valer doscientas mil pesetas, más o menos. Para el que no vivió en aquella época, puede hacer los cálculos de la diferencia que hay.
Por aquél entonces ya me habían llamado al ejército, con fecha doce de Marzo del 38. En esta ocasión, me libré por ser tres hermanos, ya que la orden del ejército era que no podían estar en la guerra más de dos hermanos y nosotros nos juntábamos tres. Como llevaba ya los papeles en regla, ingresé el trece de Marzo. Acto seguido me mandaron a casa, tiempo que aproveché a practicar y aprender a conducir mejor porque el campo no me gustaba mucho y volví a coger el camión Chévrolet modelo 36, que este señor Ayuso le había estrenado él y estaba en muy buenas condiciones.
Con ese coche fue con el que yo practiqué mi primer aprendizaje. Estuve en ratos perdidos practicando. El mismo año 38, se dió la orden de que ningún padre tenía que tener más de dos hijos en la guerra. Esta orden el mismo año 38 fue rectificada en la forma siguiente: No podía librar ningún padre con más de un hijo. Entonces nosotros como nos libramos dos, teníamos que ir uno. Este caso se dio en bastantes familias, ya que en aquellos tiempos las familias eran largas. En algunas casas hubo sus problemas, por cual de los dos hermanos se libraba de la guerra. En mi familia, no hubo problema, yo comprendí que mi hermano ya había pasado lo suyo, ya que le tocó estar en el frente dieciocho meses. Además yo tenía posibilidad de ingresar como conductor en el parque móvil, que siempre se tenía menos peligro que en infantería, y así fue, el dieciocho de Noviembre volví a ingresar en el ejército, pero como éramos jóvenes, los de ni quinta, no podíamos ingresar en el parque directamente. Pasé a infantería en San Marcial y tuve que solicitar a Automóviles y pasar un examen, y si lo aprobaba ya te mandaban al parque automóvil. Yo lo aprobé a al primera. A los diez días de estar en el ejército juré bandera y acto seguido, en una expedición me mandaron al frente de Aragón. Yo con valor, me presenté al capitán y le conté que tenía solicitado automóviles y me quedé sin ir a la expedición. A los cuatro días me llamaron a examinar de conductor y como ya he dicho aprobé. Bueno, ocho días después, otra expedición al frente, yo en cabeza estaba puesto; otra vez me presenté al capitán y le conté la historia de que había aprobado, y también me escuchó, aunque no de buena gana. Se marchó la expedición y yo me quedé en el cuartel. A los diez días la tercera expedición al frente, yo estaba en cabeza también, pero al mismo tiempo me llamaron al parque de automóviles. Otra vez tuve que ir donde el capitán, pero ya con el papel en la mano de la llamada a dicho parque. Entonces me autorizó para que me fuera con los coches y así fue. Esto era ya en las Navidades del año 38 y me fui a pasar unos días al pueblo, ya que en la llamada al parque me daban unos días para que me presentase del uno al cinco de enero del año 39 en Fuensaldaña en Valladolid, y así lo hice
De Fuensaldaña nos llevaron a Calatayud, donde formaron una compañía de circulación, con los soldados que estaban en las mismas condiciones que yo, o sea, que eran conductores jóvenes, y como no había coches para todos, hacíamos prácticas de tráfico y de coche. Allí en Calatayud, estuvimos veinte días hasta finales de Enero. Una vez que nos formaron un poco, nos llevaron a la provincia de Castellón, a un pueblo llamado Almazora, a quince kilómetros de Nules, que es donde terminó la guerra. Aquel frente, no tenía movimiento, estuvo bastante tiempo muerto. Lo que no estuvo muerto era Cartagena, que era el mes de Febrero y se sublevaron los que se llamaban Nacionales. Con motivo de estos, la compañía nuestra tuvo que ayudar al embarque de tropas para apoyar a dichos Nacionales, por lo cual estuvimos una semana sin acostarnos en ninguna cama. En dicho pueblo Almazora, estuvimos hasta el día 29 de marzo, que por cierto, cuando estábamos comiendo nos tocó la trompeta, y corriendo a los camiones llegamos a Nules, donde la separación de los Rojos y los Nacionales era el río Nules.
En el tiempo que estuve en Almazora, me vi con mi primo de casualidad, se llamaba Germán y estaba en el frente en Nules, que de unos a otros había una distancia de no más de cuarenta metros. Llegamos allí y finalmente la guerra había terminado. Estuvimos en Sagunto, ordenando la circulación hasta las once de la noche. Desde Sagunto nos llevaron a Valencia a cenar y a dormir, a la calle Sagunto, al hospital de La Pasionaria, que así era como lo llamaban los Rojos. Nos dieron una gran cena, y buena cama, nos trataron fenomenal. Así que entramos en Valencia antes que las tropas, se explica, para ordenar la circulación. Ya en Valencia, nos acomodaron en el cuartel de Caballería que lo acoplaron al parque móvil. Justamente fue en este cuartel en el que cuando empezó la guerra se encontraba mi hermano con la quinta anteriormente dicha.
En este cuartel ya me adjudicaron un camión, “Estudebaquer J-15”. Estaba casi nuevo. Allí con las prácticas que yo tenía en mi profesión, esto fue a mediados de abril, hice mis primeros servicios durante quince días. A los pocos días me mandaron a prestar servicio a un campo de concentración.
Allí había presos de todas clases, uno de ellos me le pusieron de ayudante, este había sido torero y conocía muy bien la plaza de toros de Valencia, ya que había toreado en esa plaza en distintas ocasiones. Yo iba con él y pasábamos a la plaza sin entrada, que casi siempre encontrábamos sitio para acomodarnos y ver la corrida, y si no encontrábamos donde sentarnos, nos poníamos en los pasillos. En varias ocasiones cuando salíamos del campo ya había empezado la corrida, pero llegábamos al segundo toro y nos dejaban entrar, así que vimos muchas corridas en la temporada de toros, los domingos por la tarde. Cuando salíamos de los toros, tomábamos unas cañas y de regreso a casa, estábamos a treinta kilómetros de Valencia, y era buena carretera. En el campo, entrábamos a cualquier hora, no teníamos ningún problema.
Ese servicio fue a primeros de Mayo. Cuando empecé a prestar servicio, el campo se llamaba Campo de Concentración de Prisioneros de Guerra “Portaceli”. Había unos ocho mil hombres. Mi misión era llevarles toda clase de comidas que les hacía falta. Estas se conseguían en el propio Valencia, en el puerto y sus alrededores. El ayudante torero que yo llevaba tenía un nombre artístico que era Guenta- Chico. Este servicio me duró hasta Octubre, a partir de este fecha, me mandaron a una sección de camiones de gran tonelaje. Eran camiones WITE, que se los cogieron a los Rojos que entonces así se decía.
Estando con estos camiones, con otros dos conductores, o sea, tres camiones de gasolina, fuimos a por madera a la provincia de Teruel, para traerla a Bétera, que iban a hacer un cuartel. Yo iba de jefe. En mi compañía había un sargento de Aranda, con el que yo tenía algunas amistades. Él sabía que yo era de los Pinares de Burgos y Soria, y conocía algo el trabajo de maderas, no mucho, pero los otros sabían menos que yo. Este trabajo me enseñó mucho, andábamos por malas carreteras y con mucha nieve. Fueron los meses de Octubre hasta Diciembre. De las muchas cosas que nos pasaron con respecto a la carga de las maderas en los camiones, contaré una de las cosas más importantes que nos ocurrió.
En una ocasión, cargamos el camión fuera de la carretera creyendo que no había problemas para salir de allí, pero no fue lo que esperábamos. Arrancó el camión, parecía que todo iba bien, anduvo unos cuantos metros hasta que llegó al sitio que estaba más blando. Forcejeamos todo lo que pudimos hasta que antes de llegar a tierra firme empezó el camión a patinar y no salía de allí. Entonces enganchamos otro camión que estaba en la carretera y tampoco pudimos sacarle, ya que los dos patinaban. Teníamos bastantes cables y cadenas, íbamos bien preparados; como es natural iba también el jefe de la madera. Ante esa seria situación de los camiones, hubo que discurrir algo, y como ya he dicho antes, yo era el más responsable del convoy. La idea fue la siguiente, enganchamos a las ruedas gemelas un cable a cada una de ellas, y así salió del atranque. El encarado de la madera me felicitó y también el sargento de Aranda.
Esto como he dicho antes, duró casi tres meses, se acabó este transporte y volví a coger el Estudebaquer que, por cierto, para que no me enfriara me hice cuatro viajes a Cataluña con otro compañero, que llevaba un Ford 8 cilindros en V.
Salimos de la Alameda de Valencia a las ocho de la tarde y al amanecer llegamos a Barcelona, que son unos cuatrocientos kilómetros. Pasamos el día en Barcelona y de noche volvimos a Valencia. En cada camión nos acompañaba un suboficial. Al final de estos viajes me dieron unos días de permiso en los que me fui al pueblo, que allí me esperaban mis padres y mi novia.