LOS CASTROS SERRANOS (Jesús CÁMARA OLALLA e Ignacio RUIZ VÉLEZ)
Durante los siglos VI al IV a.C. el pueblo celta de los pelendones ocupó por primera vez de forma estable y organizada el territorio de la Sierra burgalesa-soriana. Esta gente, según la tesis de Martín Almagro Basch (La invasión céltica en España) llegó de los Campos de Urnas de Cataluña a través del Valle del Ebro.
Para el investigador Blas Taracena Aguirre lo típico de este pueblo es que vivía en castros con una superficie cercana a una hectárea.
Los castros eran recintos fortificados artificiales que se emplazaban en lugares naturales elevados y estratégicos con buenas condiciones defensivas naturales, a ser posible inaccesibles por alguno de sus flancos aprovechando escarpes rocosos, a veces enmarcados por ríos y arroyos.
Se completaba la defensa con la muralla. Esta se construía con piedras de mediano y pequeño tamaño, trabajadas por la cara exterior y colocadas sin ningún tipo de argamasa. Su estructura era: dos paramentos verticales paralelos o de sección trapezoidal con relleno de tierra y piedra sin ningún orden. Su grosor oscilaría entre 2 y 3,5 m, llegando a alcanzar alturas en torno a los 3 m. Se remataría con un parapeto o empalizada de madera, que protegía, posiblemente, el paseo de ronda. Las puertas eran simples interrupciones en el trazado de la muralla situadas, a veces, en uno de los extremos junto a un cortado.
El dominio de la metalurgia de bronce y de hierro los llevó a trabajar con herramientas de hierro la roca arenisca para la consecución de piedras de la muralla a la que dedicaron larguísimas jornadas de trabajo comunitario. Las canteras estarían en el mismo asentamiento del castro.
En la elección del emplazamiento de un hábitat pudieron intervenir diversos factores, primando las posibilidades defensivas. El aprovechamiento de los recursos naturales fue muy importante (ganadería, agricultura, minería, etc.) en función de la distancia al poblado (isócrona de una hora).
Además, también incidía las posibilidades estratégicas del lugar, con especial incidencia en el abastecimiento de agua, subsanado por la proximidad de cursos de agua o de fuentes. Los guerreros pelendones apostados en lugares altos vigilaban el valle ante posibles incursiones. Una de las razones de su fortificación sería hacer frente a las expediciones bélicas y de saqueo. Pero el gran problema de los pelendones surgirá de sus vecinos territoriales arévacos de la zona soriana, quienes impondrán su hegemonía y los arrinconarán hacia las zonas montañosas del Sistema Ibérico.